La transfobia se alimenta de los miedos de los temerosos, como la mayoría de formas de intolerancia. Los temerosos son personas que quieren protegerse de la imprevisibilidad de la vida refugiándose en una especie de "normalidad" imaginaria. Cualquier persona que no siga las reglas establecidas en esta "fortaleza de la normalidad" es vista como una amenaza que debe ser erradicada.
Si queremos entender la transfobia, necesitamos comprender estos miedos.
Una oscuridad ha caído sobre nuestras democracias. El ambiente es muy similar al de la Europa de la década de 1930. En aquel entonces, políticos malvados y cínicos utilizaban a los judíos como chivos expiatorios para tomar el control de la sociedad. Todo lo malo era, según esta narrativa, causado por una camarilla secreta de judíos que controlaban Hollywood, la banca mundial y el comunismo.
El racismo fue y es una herramienta clave en cualquier manual totalitario, ya que garantiza que la "raza" dominante, por defecto, permanezca en el poder. El racismo sigue siendo un arma poderosa utilizada por quienes buscan el control.
La actual «enshitificación»* de nuestras sociedades, al igual que en épocas pasadas, también se ve impulsada por el deseo de defender los roles de género tradicionales, que, según esta creencia, se basan tanto en la naturaleza como en la voluntad divina. Este disparate sexista es parte esencial de la visión global de extremistas conservadores como Trump, Putin y Orbán. Las personas trans son vistas como una amenaza para este orden "natural". Por eso tiene sentido perseguirlas.
*la palabra enshittification es un neologismo acuñado por el escritor y activista Cory Doctorow para describir un proceso de degradación progresiva en plataformas digitales. Desde la crítica cultural puede usarse como "deterioro estructural" o "mediocrización".
De Hitler a Trump
Esta necesidad de conformidad tradicional de género explica por qué una de las primeras cosas que hicieron los nazis cuando llegaron al poder en Alemania fue destruir el Instituto de Ciencias Sexuales Magnus Hirschfeldt en Berlín.
La ciencia y la práctica de Magnus Hirschfeld exigían la humanización de las personas homosexuales y transgénero. Hirschfeld no consideraba a las personas queer y trans como enfermos mentales, sino como variaciones naturales de la humanidad. Su obra reflejaba una creciente tolerancia hacia las personas LGBTQ+ en una ciudad como Berlín en la época entreguerras.
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Magnus Hirschfeld (el de las gafas) con amigos. |
Los nazis, sin embargo, creían en el evangelio de los hombres blancos fuertes que dominaban a todos los demás, y esa visión del mundo requería una estricta adhesión a los roles de género tradicionales, donde los hombres gobiernan y las mujeres crían a sus hijos y sirven a los hombres con adoración en sus ojos.
Controlar la ciencia
Este tipo de tradicionalismo nacionalista no sólo se basaba en normas culturales y comportamientos aceptados; también se basaba en ideas pseudocientíficas sobre el orden natural de las cosas.
Se consideraba que la investigación eugenésica "demostraba" la superioridad blanca sobre las personas de color. Muchos investigadores que estudiaban la sexualidad y el género dejaron que sus propios prejuicios etiquetaran como perversión sexual todo lo que no seguía el guion convencional de una mujer sumisa que amaba a un hombre dominante. La variación de género era solo una señal de dichas perversiones.
En la segunda mitad del siglo XX, la ciencia logró liberarse gradualmente de los prejuicios del siglo XIX. Quizá el creciente número de mujeres científicas y académicas contribuyó a ello. La ciencia contemporánea, desde la medicina hasta la sociología, ha documentado exhaustivamente que el género no puede reducirse al sexo reproductivo y que el mundo del sexo y el género se comprende mejor como variación a lo largo de continuos.
Una de las principales razones por las que Trump está sometiendo a las universidades estadounidenses es que él y sus sirvientes quieren acabar con la investigación abierta sobre la verdadera naturaleza de la sexualidad y el género. Al insistir en que el género debe reducirse al "sexo biológico", básicamente intentan prohibir cualquier investigación que debilite sus simplistas binarismos. Quieren crear universidades donde la ciencia se alinee con sus objetivos políticos. (Esto es, por cierto, exactamente lo mismo que hizo Hitler en Alemania y Putin en Rusia).
Magnus Hirschfeld fue tachado de judío de izquierdas por los nazis. Los sexólogos y estudiosos de género actuales son vistos como parte de una conspiración de izquierdas impulsada por la "ideología de género", que, según la extrema derecha y el feminismo TERF, niega las realidades biológicas y seduce a los niños a una vida de pecado.
No existe una "ideología de género" unificada, y la idea de que los investigadores sobre sexo y género consideren que la orientación sexual y la identidad de género son una elección personal es un completo disparate. Pero tiene sentido para quienes desconocen por completo los avances en las ciencias dedicadas a estos temas.
La transfobia no se puede explicar sólo por la política
El hecho de que los fascistas aprovechen cínicamente el miedo popular para tomar el poder no significa que no crean en su propio evangelio. Hitler creía firmemente que los judíos eran una amenaza mortal para los alemanes.
No estoy seguro de que Trump crea en algo más que su propio ansia de poder y gloria, pero la mayoría de sus colaboradores sí creen en algún tipo de supremacía blanca, así como en la exclusión social de las personas LGBTQ+. Están usando la segunda victoria de Trump para convertir a Estados Unidos en un país que siga esos ideales.
En otras palabras: no debemos pensar que su cinismo es solo cinismo. A menudo se han criado en entornos culturales tóxicos donde se les ha recompensado por su brutalidad y engaño, y donde también se les ha castigado por su tolerancia y compasión hacia cualquiera que no pertenezca a su tribu. Su brutalidad les da un sentido de significado, propósito y poder. Creen que sus acciones están justificadas y que el mal es, en un sentido extraño, bueno. Los republicanos ahora afirman que la empatía destruirá la civilización.
Subrayo este punto porque algunos, especialmente en la izquierda, parecen caer en otro tipo de teoría conspirativa: la de que "todo esto es un juego para controlar la economía y asegurar que los más ricos lo posean todo. El 1% no cree realmente en la narrativa nacionalista/fascista. Simplemente la utilizan para controlar a las masas".
Claro, hay estadounidenses ricos que creen que pueden controlar MAGA sin ser fascistas, de la misma manera que hubo millonarios conservadores en Alemania que creían que podían controlar a los nazis.
Pero no pueden hacerlo sin perder su alma. Basta con observar el rápido descenso de Elon Musk hacia la oscuridad total. Los multimillonarios no controlan el colapso actual de la democracia liberal. Lo están explotando, sí, pero esta locura está impulsada por fuerzas que escapan a su control.
Para entender realmente la transfobia, necesitamos comprender el lado oscuro de la mente humana.
La psicología de la transfobia
Argumentaré que la transfobia, al igual que la homofobia y el racismo, es expresión de un miedo profundamente arraigado a lo desconocido, presente en la mente de quienes temen y ansían. Esta ansiedad surge primero. Luego, puede ser explotada por quienes buscan el poder.
Ser humano es difícil. Muchos sabios (incluidos Jesús, Buda, Kierkegaard, Dostoievski y Jung) han argumentado que el sufrimiento es parte esencial de la existencia, y estoy convencido de que tienen razón.
Nacemos en un universo que tiene poco sentido si lo miramos con los ojos abiertos. Puede que existan cerca de dos billones de galaxias ahí fuera. Esto nos dice que el Universo no fue creado para servir a los humanos. Y luego está la muerte, que algunos creen que anula el sentido mismo de la vida.
No pertenezco a ellos. Simplemente hay demasiado amor, creatividad, alegría y significado a nuestro alrededor. Pero entiendo por qué vivir en la negación se convierte en una opción tentadora para muchos. Adherirse a un sistema de creencias imaginario que promete felicidad, riqueza y salvación puede considerarse preferible a afrontar y aceptar las incertidumbres y el dolor de la vida real. Y hacerlo te dará refugio en una comunidad que parece apoyarte.
En 1942, el psicólogo y filósofo humanista germano-estadounidense Erich Fromm escribió lo siguiente sobre los nazis en su libro Miedo a la libertad :
Parece que nada es más difícil de soportar para el ciudadano medio que la sensación de no estar identificado con un grupo mayor. Por mucho que un ciudadano alemán se oponga a los principios nazis, si tiene que elegir entre estar solo y sentirse parte de Alemania, la mayoría optará por esto último... El miedo al aislamiento y la relativa debilidad de los principios morales ayudan a cualquier partido a ganarse la lealtad de un amplio sector de la población una vez que ha tomado el poder del Estado.
El simio humano no evolucionó para comprender los secretos del universo. Evolucionó para sobrevivir en las duras condiciones de la naturaleza, y lo hizo siendo más inteligente que muchas otras especies y formando grupos sociales fuertes donde sus miembros se apoyan mutuamente.
Y aquí es donde encontramos la razón fundamental del racismo y la transfobia. Si tu vida depende de ser parte de una tribu, aceptar el sistema de creencias general de esa tribu te hará sentir más seguro. Si sigues las normas morales de tu tribu, tendrás menos probabilidades de enfrentar la expulsión social.
Además, al apoyar el orden mundial existente, los demás miembros de la tribu te considerarán una apuesta más segura en lo que respecta al amor, el trabajo y el compartir recursos.
El idioma de la tribu se ha desarrollado en paralelo con su sistema de creencias. Tu vocabulario refleja este sistema. Por lo tanto, limita tu capacidad de pensar de forma innovadora.
Lo que en realidad es un disparate ("género es igual a sexo biológico") puede parecerles de sentido común a ti, a tu familia y a tus amigos. Si solo existe una palabra para abarcar sexo reproductivo, sexualidad, identidad de género, expresión de género y roles de género, es fácil creer que son lo mismo.
La sombra
El miedo al extraño se alimenta de fuerzas profundamente arraigadas en nuestra psique. Los argumentos racionales suelen ser insuficientes ante el miedo y la ira que estas fuerzas provocan.
Carl Gustav Jung denominó «La Sombra» a la parte inconsciente de la personalidad que contiene aspectos de nosotros mismos que rechazamos y reprimimos. Esta parte de nuestra psique —este arquetipo— incluye rasgos, deseos e impulsos que consideramos inaceptables, vergonzosos o incompatibles con nuestra autoimagen.
La razón por la que suprimimos las partes de nosotros que no nos gustan es que estos sentimientos conllevan el riesgo de ostracismo social. O, al menos, creemos que seremos despreciados y excluidos si se dan a conocer. Y puede que tengamos razón, al menos si formamos parte de una cultura represiva, donde el dogma y las leyes religiosas prevalecen sobre la compasión, la tolerancia y la diversidad.
Las personas con ciertos tipos de personalidad son tan rebeldes que abandonan el refugio de la tribu. Buscan otras tribus que tienen espacio para sus fortalezas y cualidades, o emprenden un viaje en solitario.
Pero otros son más temerosos y ansiosos, ya sea por naturaleza o porque la rebeldía les ha sido arrebatada. Les gustan las normas sociales y culturales, porque les liberan de la obligación de pensar por sí mismos. El dogma y los clichés del "sentido común" los protegen de los vientos gélidos del Universo.
Estas personas, a quienes llamo "los temerosos", son más propensas a reprimir cualquier deseo indeseado en el subconsciente. Así, aunque tengan ideas sobre lo que contiene "La Sombra", no las perciben como parte de sí mismas. En cambio, las proyectan en los demás: ven en ellos lo que no pueden soportar en sí mismas.
Así, los judíos son vistos como criminales ávidos de poder, codiciosos, violentos y lujuriosos, no porque realmente lo sean, sino porque estos rasgos reflejan sentimientos y deseos reprimidos que recuerdan estos clichés a los tímidos. Las personas trans son vistas como pervertidas sexuales que buscan seducir niños, no porque lo sean, sino porque la mente humana está llena de deseos que violan tabúes culturales.
Jung subraya que La Sombra no solo afecta a los individuos. Cuando una subcultura desarrolla un conjunto específico de "verdades", reglas y enseñanzas morales, los miembros más tímidos y oprimidos de esa cultura son más propensos a reprimir aspectos similares de su personalidad. Se refuerzan mutuamente sus miedos.
La idea de que tanto el sexo biológico como la identidad de género son binarios y pueden reducirse al sexo reproductivo es una construcción cultural y social.
La mera existencia de personas transgénero e intersexuales demuestra que esto no es así. Lo mismo ocurre con la orientación sexual. Esta no es binaria, sino que se encuentra en un espectro.
Sin embargo, los continuos multidimensionales de género y sexualidad abren la puerta a la diversidad, y esta diversidad amenaza las reglas estrechas y fáciles de entender establecidas por la tribu. Las cosas se complican y la complejidad es mala.
Cabe destacar que incluso si un miembro tímido de dicha tribu no presenta deseos sexuales reprimidos ni rasgos transgénero (la mayoría los tiene), temerá estas variaciones, ya que esta diversidad amenaza el orden social que lo hace sentir seguro. Han invertido tanto en roles sociales determinados por estos binarismos que abandonarlas privará de sentido a sus vidas. O al menos eso es lo que creen.
Tengan en cuenta que temen que su posición social, su aceptación y su seguridad estén en juego. Si sus hijos o familiares son expuestos como "desviados", eso pondrá en peligro sus propias vidas y su aparente felicidad.
Los padres cis que destruyen la vida de sus hijos queer y trans lo hacen porque creen protegerlos del gran mal de la "ideología de género". Saben que los jóvenes LGBTQ+ serán acosados, ya que ellos mismos participan en esta persecución.
Esto conduce a la situación absurda en la que los mismos que dicen que la sexualidad y el género no se pueden cambiar son los que intentan obligar a sus seres queridos a negar su propia naturaleza.
Todo esto sólo puede describirse como una especie de histeria colectiva, con ciclos de retroalimentación emocional que conducen a la violencia y a la muerte.
El mito de la normalidad
En el libro El mito de lo normal, el médico húngaro-canadiense Gabor Maté argumenta que «normal» no es un término científico neutral, sino un juicio social basado en expectativas culturales. Nuestra sociedad define lo normal en términos de productividad, conformidad y funcionamiento dentro de los sistemas, no en términos de salud o integridad humana real.
Muchos patrones que hoy se consideran normales —estrés crónico, emociones reprimidas, desconexión, agotamiento, relaciones superficiales, consumo excesivo— son en realidad expresiones de trauma y disfunción. Debido a su amplia difusión, estos patrones parecen normales, pero en realidad son adaptaciones perjudiciales. Maté argumenta que «normal» a menudo significa estar bien adaptado a una sociedad enferma o, en nuestro contexto, a una subcultura enferma.
El trauma y el estrés crónico subyacen a muchas afecciones que consideramos enfermedades. Son los intentos del cuerpo y la psique por afrontarlas. Según Maté, la solución es redescubrir la autenticidad, la conexión y la compasión, es decir, aquello que es verdaderamente natural para los humanos.
Pero ¿qué pasa si no hay espacio para una vida auténtica en la subcultura a la que perteneces? ¿Cómo afrontas que lo que la tribu cree que te hará seguro, saludable y rico en realidad te hace lo contrario?
Bueno, simplemente culpas a las personas que crees que están violando tu contrato con Dios, la Nación o la Naturaleza. Viertes todo tu dolor y frustración en odiar a quienes desafían el dogma y las prácticas de las que depende toda tu vida.
Y esta rabia se alimenta de todos los sentimientos almacenados en las profundidades oscuras de tu mente. No es racional y tampoco se basa en el amor. Es una rabia maligna porque se ha negado durante mucho tiempo. Es una rabia que no se ha visto ni aceptada tal como es. No se ha integrado en una psique sana, por lo que es extremadamente difícil de controlar.
El mal es una realidad psicológica. Y es hora de que todos lo afrontemos.
El caso de Gran Bretaña
Lo que está sucediendo en el Reino Unido en estos momentos es un claro ejemplo de cómo el colectivo de "La Sombra" toma el control de tanta gente a través de sus miedos irracionales y conduce a un pánico que sólo puede aliviarse en una expulsión violenta de los no deseados: en este caso, las personas transgénero.
En Gran Bretaña, la histeria comenzó entre las TERF "críticas de género" como J. K. Rowling. Como las TERF comparten los temores de los extremistas de derecha (ambos temen el colapso del estricto binario de género) han ampliado su cámara de eco y ahora sus ideas han calado en la mayoría de los partidos principales.
Como en el mito del judío malvado, los hechos ya no importan. La verdadera ciencia sobre sexo y género es reemplazada por narrativas irracionales sin fundamento real. Las mujeres trans no atacan a las mujeres cis en los baños. Sin embargo, esa amenaza imaginaria es la base de toda la opresión actual de las mujeres trans en Gran Bretaña.
Y de la misma manera que los judíos fueron vistos como dueños de una ideología capitalista/comunista, se cree que las personas trans y sus defensores están usando una "ideología de género" para destruir la civilización tal como la conocemos.
Esto no significa que la mayoría de los británicos sean transfóbicos histéricos, al menos no en el sentido reprimido de la palabra. Y cabe destacar que la mayoría de los estadounidenses aún cree que las personas trans deberían poder vivir en paz. Pero la mayoría de los buenos se callan y permiten que los transfóbicos se salgan con la suya en este genocidio por dos razones:
1. No conocen a las personas trans y no saben mucho sobre diversidad de género, incongruencia de género e identidad de género, por lo que creen que no tienen los conocimientos necesarios para participar en el debate.
2. La violenta locura de quienes odian los asusta. No quieren verse arrastrados a una guerra que no consideran suya. Saben que si se les asocia con los indeseables, podrían convertirse en víctimas del mismo odio.
En realidad, es su guerra, porque el fascismo siempre genera más opresión y más odio. Su propia seguridad y bienestar dependen de una sociedad abierta que permita a todos vivir en paz. Pero tal vez logran convencerse de que hay otros mejor preparados para librar esa batalla.
Así es como triunfa el fascismo.
¿Qué podemos hacer?
Como se ha señalado, el fascismo no puede reducirse solo a una táctica de una élite cínica y ávida de poder. El fascismo no surge de la nada, sino de los miedos de la gente común y corriente. Es la estupidez irracional de las personas que se han engañado a sí mismas, creyendo que son «normales» y que sus enemigos no lo son, lo que está convirtiendo el mundo en un infierno distópico.
Algunos de los temerosos finalmente quizá comprenderán las narrativas que han moldeado sus vidas y se liberarán de estas cadenas. Pero no podemos ganar haciendo que todos los que tienen miedo pierdan ese miedo mediante argumentos racionales. No se trata de hechos. Se trata principalmente de sentimientos.
Es cierto que quienes tienen miedo tienen menos probabilidades de convertirse en fascistas en sociedades estables y prósperas, pero siempre habrá un número significativo de personas que buscarán seguridad en el concepto de "normalidad". Y ahora mismo, los extremistas se esfuerzan al máximo para que nuestras sociedades sean menos seguras, menos estables y mucho más pobres, lo que a su vez conduce a un mayor racismo y transfobia.
Si quieres que los temerosos dejen de acosar a las personas transgénero, tienes que hacerles creer que las personas trans también son "normales".
La razón por la que tantos temerosos finalmente dejaron de odiar y acosar a las personas gays y lesbianas fue que más personas aprendieron a conocer y amar a las personas homosexuales. Tuvieron que aceptar que estas personas también eran humanas. Una mayor visibilidad humanizó a las personas gays y lesbianas ante los ojos de los temerosos.
Podemos argumentar que no existen personas "normales". No hay nadie en la cima de la curva de campana. Lo que vemos es una diversidad descomunal de rasgos, habilidades, intereses y pasiones, y eso es bueno. Pero quienes tienen miedo necesitan la ilusión de la normalidad, y la única manera de que dejen de acosar a las personas trans es que aprendan a conocer a tantas personas trans que no puedan convertirlas en el "otro" peligroso.
Las TERF y los fascistas están expulsando a las personas trans de los espacios públicos. La verdadera razón no es que las mujeres trans representen una amenaza real para las mujeres y los niños cis. No, las están obligando a volver al armario para invisibilizarlas. Si las personas trans se vuelven invisibles, ninguno de quienes les temen las verán como personas que «sangran cuando se les pincha y se ríen cuando se les hace cosquillas».
El bien es mal, el mal es bien.
Una táctica liberal empleada contra el fascismo fue, hasta hace poco, bastante efectiva. Esta táctica consistía en presentar a los intolerantes como intolerantes y, por lo tanto, como personas que no eran "ciudadanos decentes", es decir, como personas que eran "anormales". Incluso los más temerosos comprendían que la "libertad y la búsqueda de la felicidad" eran parte esencial de la democracia. Y si hubieran sido criados en una tribu cristiana, también habrían aprendido que "bienaventurados los pobres" y que hay que "amar a los enemigos". En otras palabras: la normalidad exigía al menos un mínimo de compasión y decencia, real o fingida. El miedo a la exclusión social mantenía a raya algunos de sus rasgos más destructivos.
Por eso los fascistas iniciaron su guerra cultural contra los progresistas. Al convertir el amor y la decencia en algo maligno, dieron vía libre a los temerosos para expresar sus miedos mediante el odio y la violencia. Ahora el mal es bueno y el bien es malo.
Los cristianos de derecha ya no citan el Sermón del Monte de Jesús. ¿Por qué? Porque el sermón demuestra claramente que Jesús era "consciente" (o woke). Dijo que bienaventurados son "los pobres de espíritu", "los mansos", "los que tienen hambre y sed de justicia", "los misericordiosos", "los de limpio corazón", "los pacificadores", "los perseguidos por causa de la justicia", etc. ¡Vamos! ¿Qué sigue? ¿Jesús además respetaba a las mujeres y creía que los ricos no podían entrar en el Reino de los Cielos? ¿Dónde deja eso a Trump?
Aun así, el hecho de que su nuevo evangelio de odio sea tan descaradamente malvado también es su debilidad. Porque la mayoría de la gente no cree que el mal sea bueno. No son fanáticos religiosos, fascistas republicanos ni TERFs llenas de odio.
Hay mucha gente decente. Pero necesitan movilizarse por el bien. Necesitan ver que sus referentes defienden a las personas de color, a la comunidad LGBTQ+ y a los pobres. Si se ven como parte de un movimiento más amplio por el bien, protestarán, marcharán y responderán a sus familiares y conocidos que difunden odio y prejuicios.
Y el punto de inflexión suele llegar cuando la intolerancia se vuelve tan extrema que algunas personas selectas con voz e influencia lo dejan claro de forma clara y concisa. No argumentarán contra la intolerancia. Simplemente señalarán lo que la mayoría de la gente decente sabe: que estos intolerantes son unos pervertidos tóxicos.
Esto fue lo que finalmente condujo al fracaso de la cruzada antiliberal de McCarthy en 1954. Joseph Welch le preguntó al senador Joseph McCarthy durante una audiencia en el Congreso televisada a nivel nacional: "¿Es que por fin no tiene sentido de la decencia, señor? ¿Es que ya no le queda sentido de la decencia?".
El terror fascista de McCarthy quedó al descubierto. Fue derrotado.
Lo que no debe hacerse es adoptar el vocabulario de quienes odian para "llegar a un punto medio" o lo que sea que se digan algunos políticos demócratas y laboristas hoy en día. Porque si legitiman las narrativas que causan el terror, la gente decente las creerá y se callará.
Véase también: «Trump y los transfóbicos ganaron en Estados Unidos. Pero aún hay maneras en que las personas trans pueden ganar».
Claro, aquí tienes una traducción al español del artículo “What Really Drives Transphobia: The Fears of the Fearful” publicado en Crossdreamers