jueves, 8 de febrero de 2024

¿Se ha pensado siempre que los hombres y las mujeres pertenecen a diferentes sexos biológicos?



Hace no mucho tiempo, los europeos creían que los hombres y las mujeres no pertenecían a dos sexos distintos, sino que eran variaciones de un mismo sexo. La idea de que hay “dos sexos biológicos” estáticos e inmutables está lejos de ser obvia y, por esta razón, el género no puede reducirse al sexo.

Jack Molay

Hoy en día, a menudo nos topamos con activistas transfóbicos y anti-LGBTQ que hablan sobre el “sexo biológico” y la forma en que los genitales, las gónadas o los cromosomas determinan no solo las capacidades asociadas al sexo sino también el género.

Esta es una manera encubierta de defender los roles de género tradicionales y obligar a las personas queer y trans a volver al armario.

Según ellos, la sexualidad entre personas del mismo sexo es mala, aparentemente, porque no es natural y no conduce a la procreación. También, según ellos, las personas transgénero se equivocan acerca de su identidad porque la identidad de género se deriva siempre de su sexo biológico.

Muchos transfóbicos ven estas declaraciones como hechos evidentes y eternos, por lo que acusan a las personas trans y a los grupos defensores de los derechos LGBTIQ de ser una "chusma despierta” que está engañando a "nuestra" juventud y destruyendo los hechos dados por Dios y la Naturaleza.

Pero si lo que afirman estos grupos antiderechos fuera tan evidente e incuestionable, esperaríamos que esta creencia de polos extremos en el sexo y el género también estuviera presente en el pasado, ¿verdad?

El modelo premoderno de un solo sexo


No. En la Europa premoderna, desde la Antigüedad hasta la Ilustración, y más allá, encontramos modelos del sexo y el género completamente diferentes.

En muchos lugares y momentos de Occidente definitivamente hubo reglas y regulaciones estrictas sobre cómo los hombres y las mujeres debían vestirse, trabajar, comportarse y tener relaciones sexuales. No se trataba de sociedades basadas en la igualdad de género, seguro, pero eso no significa que tuvieran un modelo del sexo y el género basado en polos extremos y biológicamente rígidos.

Los cuatro humores


La teoría del humor de la época afirmaba que la personalidad y las capacidades de una persona estaban determinadas por el equilibrio entre los cuatro humores: sangre (asociada al elemento aire y la sequedad), bilis amarilla (fuego/calor), bilis negra (tierra/frío) y flema (agua/humedad).

Se pensaba que los hombres eran principalmente cálidos y secos, mientras que las mujeres eran más a menudo frías y húmedas.


Pero la gente también reconocía que había hombres y mujeres con un equilibrio de humores diferente. De hecho, en una suerte de juego combinatorio, se utilizaron diferentes proporciones de los diferentes elementos del cuerpo combinadas con influencias astrológicas para explicar por qué las personas se comportaban como lo hacían.

En las obras de Shakespeare, una gran cantidad de cólera (bilis amarilla/fuego) se considera valiosa en los guerreros varones, pero era un problema en las mujeres. Y esto era así también en el mundo no ficcional de la época, de allí la necesidad de unas leyes y reglas que mantuvieran en su sitio a estas mujeres “coléricas”. 

Los hombres y las mujeres con demasiada bilis negra se volvían “melancólicos”. Y así sucesivamente.

De esta manera, quien dicta el comportamiento y los roles de género de hombres y mujeres no es la naturaleza, sino los seres humanos.

El gran cambio


En el libro La construcción del sexo: Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, Thomas Laqueur dice que hubo un gran cambio en las actitudes hacia la anatomía sexual humana durante los siglos XVIII y XIX.

Sostiene que, en Occidente, los médicos veían el cuerpo femenino como una variante débil del masculino. La relativa falta de fuego y aire hacía que los órganos reproductores femeninos permanecieran dentro del cuerpo, pero la vagina era, en realidad, un pene invertido. Los anatomistas argumentaron que los labios eran paralelos al prepucio, el útero al escroto y los ovarios a los testículos. Sólo había dos variantes de un mismo sexo biológico, sostiene Laqueur.

También hubo una clara superposición en otras funciones corporales, por lo que los médicos aceptaban que había hombres que podían amamantar. ¿Por qué no?

Un cambio de sexo renacentista


De hecho, como nos cuenta una historia del siglo XVI, para los médicos renacentistas existía la posibilidad de que una mujer se transformara en un hombre. Tal fue el caso de una mujer llamada María que se convirtió en un hombre llamado Germain Garnier. 
En opinión de los expertos de la época, y también de Germain, este cambio fue inducido por un exceso de calor y el ejercicio físico extenuante.

Tanto los médicos como el obispo local aceptaron que Garnier se había convertido en un hombre “de verdad” y que, por lo tanto, debía seguir las leyes para los hombres a partir de ese momento.

Si esta transformación fue verídica o no, no cambia el hecho de que los “expertos” de la época tenían un modelo de sexo y género que podía permitir el cambio de María a Germain.

De esta manera, mientras que el enfoque premoderno daba prioridad a criterios dictados por Dios y las autoridades (Derecho y medicina), hoy día hay personas que piensan que las diferencias de género obligatoriamente vienen dictadas por la biología y la naturaleza porque son "naturales" e inmutables.

La cuestión aquí no es evaluar si la visión premoderna de la biología, el sexo y el género era la correcta. Lo primordial es mostrar que la narrativa tradicionalista de “la biología es destino” no siempre ha sido tan evidente e inmutable ni tampoco es parte de un “sentido común” inequívoco para todas las épocas. La discrepancia se debe, simplemente, a qué en épocas pasadas y en era moderna el sexo se interpreta desde conjuntos diferentes de creencias y prejuicios. 


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